¿Misioneros a Inglaterra?

Maximiliano PortoEntre los siglos XVII y XX fueron enviados misioneros desde Inglaterra, a diferentes países del mundo: William Carey, Henry Martyn y Charles Thomas Studd, a la India; Robert Morrison, William Burns y Hudson Taylor, a la China; David Livingstone y Charles Thomas Studd, al África; John Paton, a las Nuevas Hébridas; John Eliot y Thomas Bray, a América.

Sin embargo, revés curioso de la historia, el 13 de marzo de 2013  llegó a la Facultad de Teología de la UAP, un correo remitido por el secretario de la North Hispanic London Conference. Solicitaba la recomendación de un estudiante dispuesto a trabajar como misionero en Inglaterra en iglesias de habla hispana y portuguesa.

El mensaje destacaba que la persona interesada debía haber terminado o estar en la última fase de sus estudios en Teología, dominar los idiomas castellano y portugués, dominar la lengua inglesa, deseable pero no esencial, tener mucho entusiasmo y experiencia en áreas de evangelismo y trabajo con jóvenes. Además, debía contar con buenas referencias.

 

“I did go!”

Desde Londres escribe Maximiliano Porto

Lic. en Teología y tesista de Maestría en Teología, Universidad Adventista del Plata

 

Mis primeras palabras son de gratitud a la Universidad Adventista del Plata, verdadera alma máter, donde recibí la formación para mi actual desempeño profesional y, a la Facultad de Teología, por confiar en mí para el servicio en este país. Muchas gracias a los docentes que, con su accionar cotidiano y su entrega incondicional al ministerio, sembraron altos ideales en mi compromiso con la misión. En consecuencia, por la gracia de Dios, ya no digo: “I will go!”, sino “I did go!”

El primer día de julio de 2013 aterricé en el aeropuerto de Heathrow. Me esperaba el desafío de atender dos iglesias de habla portuguesa, una en Oxford, hermosa ciudad con gente muy agradable, a 90 minutos de Londres y a quienes visito todos los martes. Allí doy muchos estudios bíblicos y atiendo grupos pequeños. Y otra, en  Swindon, ciudad más grande pero con menos historia, buena gente también, a dos horas de Londres. A ellos les dedico un fin de semana completo. También, atiendo una iglesia hispana, en la capital de Inglaterra, donde resido. Esta última congregación presenta la particularidad de un interesante mosaico de cultura latinoamericana: ecuatorianos, colombianos, peruanos, bolivianos, brasileños; soy el único uruguayo. En esta iglesia atiendo el Club de Conquistadores. Con ellos iremos a Estados Unidos, al Camporee Mundial que se realizará en agosto, en Oshkosh, Wisconsin. Todos estamos trabajando con marcado entusiasmo ante la inminencia del evento.

Empleo mis tiempos libres, que son escasos, los lunes por la mañana, para recorrer museos y lugares inspiradores de la ciudad. En el verano fue más fácil salir. En el otoño y, especialmente durante el invierno, había que entrenar fuerza de voluntad porque el frío se entremezclaba con la llovizna y no daban ganas de pasear. Ahora, en primavera, se torna un poco más placentero. De todas maneras, resulta un estímulo saber que debo aprovechar este privilegio que el Señor me concede, pues probablemente no se repita. Uno de mis lugares preferidos es el Museo Británico. Voy, sobre todo, a los sectores de Asiria y Mesopotamia. Armé un recorrido para los hermanos con el objetivo de ver las pruebas que certifican la veracidad de la Biblia. Hay tanto para conocer que las mañanas de los lunes resultan escasas para tantas propuestas.

Por la tarde, de lunes a viernes, atiendo estudios bíblicos de personas que asisten a la iglesia. Y luego, hago la visitación a los miembros de iglesia, sobre todo en Londres. Cumplo con mis responsabilidades bajo el liderazgo del pastor distrital, Enrique Duarte, un verdadero hombre de Dios, y aprendo día a día de su vasta experiencia. Estoy agradecido porque puedo capacitar a los miembros de iglesia con diferentes seminarios sobre temas tales como homilética, administración de finanzas, narración de historias y el arte de dar estudios bíblicos, sobre todo en la Iglesia Hispana que es relativamente nueva. Con los miembros de esta iglesia, salimos una vez al mes a la vía pública con la mesita misionera para repartir flores, revistas, abrazos y oraciones. Al principio, no eran muchos los que participaban porque no tenían el hábito de hacerlo. Sin embargo, ahora que ven los resultados, son ellos los que piden la salida mensual.

Recibir una sonrisa genuina en las calles de Londres es como encontrar una aguja en un pajar. Sentir un apretado abrazo mientras corres agobiado hacia la tumba es algo poco probable en la jungla despiadada del cemento y la soledad. La incomprensión, la tristeza y la desesperanza son moneda corriente y se traducen en ceños fruncidos, rostros duros y miradas sin brillo. En medio de esa realidad aparecemos los seguidores del Maestro, los que conocimos al que transforma el camino de la vida,  para devolver la sonrisa y las ganas de vivir.

Una tarde de sábado, Marta utilizaba su camiseta “Free Hugs” en esta actividad misionera de la iglesia. Esa tarde marcó la vida de muchos transeúntes, en especial la de Derek, un señor inglés que atravesaba un momento difícil en su salud física y emocional. Marta le regaló un abrazo, una oración y algunos minutos en la vía pública. El lunes siguiente lo visitó, con otros jóvenes, para ayudarlo en lo que fuera necesario. Derek recibió tiempo, cariño, y  pudo percibir algo de Dios a través de las pequeñas atenciones del discipulado. Quedó impactado, al igual que su familia, sus amigos y vecinos. Él expresó: “Los jóvenes adventistas me abrazaron, estuvieron en mi casa, oraron por mí, y me brindaron su atención”.

Debido a problemas respiratorios, Derek, fue hospitalizado en cuidados intensivos. Allí también estuvieron los seguidores del Maestro, dando evidencia concreta de que Dios es real y está con sus hijos aun en medio de los problemas. Escuchó palabras de ánimo y esperanza. Escuchó que cada uno oraba por él. Derek aceptó a Jesús como su Salvador personal y hoy descansa en paz hasta el día glorioso de la resurrección.

Sí, querido lector,  por la gracia de Dios yo vine y estoy cumpliendo la misión.

¡Soli Deo Gloria!