Ajustando las lentes para el servicio

JorgeyEldaRodriguez_webEl matrimonio Rodríguez visitó la Universidad Adventista del Plata (UAP) la semana pasada. Su paseo incluyó una charla en la Facultad de Ciencias de la Salud, dirigida a los alumnos, y una reunión con los administradores para organizar un convenio entre la clínica que dirigen y la UAP. Jorge Rodríguez y Elda Wertz trabajan como misioneros en Lesotho, sur del continente africano. Allí, él se desempeña como director del Maluti Adventist Hospital y ella trabaja en el mismo lugar. Jorge es cirujano. Elda es ginecóloga. Ambos se complementan de manera perfecta en un punto lejano de la Tierra. Trece años de servicio los avalan como especialistas en el campo misionero.
DraEldaWertz«Maluti Hospital empezó a trabajar en 1951. Es un establecimiento con varios años de vida. Tiene ciento cincuenta camas, por lo que podemos considerarlo un hospital relativamente grande. El crecimiento de la clínica fue tremendo, tanto que de ella se desprenden dos nuevas instituciones: una escuela primaria y un instituto de estudios superiores. Actualmente, solo se enseña Enfermería, pero pronto vamos a estar agregando otras carreras a la oferta académica. Damos gracias a Dios porque el trabajo médico se está desarrollando constantemente y el área educativa crece a un ritmo similar», comenta el Dr. Rodríguez, contento por los proyectos que se concretan en el lugar que es su hogar hace más de una década.
La Dra. Wertz, por su parte, cuenta que la propuesta de viajar a África fue aceptada casi de manera instantánea. Lo que quizás en otras familias o matrimonios sería un tema a tratar de manera meticulosa, para el matrimonio Rodríguez significó confirmar una decisión que estaba tomada de antemano.
«No fue un tema muy debatido. Siempre tuvimos un enfoque misionero. Nuestra decisión estaba tomada antes de que llegara el llamado. Estábamos dispuestos a ir donde sea que el Señor nos mandase. Cuando uno decide trabajar para Dios, tiene que ser consciente de que él guía todo. Ser un misionero en tierras lejanas es un llamado especial donde Jesús te llama para que trabajes fuera de tu cultura. Cuando nos dijeron que el lugar designado era Lesotho —si debemos ser sinceros— no sabíamos dónde quedaba. Pero fuimos. La propuesta debía ser respondida de forma urgente. Sin tener un manejo fluido del inglés, dijimos que sí. Y desde ese momento el Señor nos capacitó. Y lo sigue haciendo».
La aventura de embarcarse rumbo a un lugar desconocido puede ser, en algunos casos, traumática. El hecho de encontrarse con otra gente, con otra cultura, con otra vida, siempre presenta una dificultad inicial. El Dr. Rodríguez relata cómo fue su experiencia al momento de arribar a Lesotho.
«Cuando uno asume este desafío y pasa a otra cultura se encuentra con lo que se llama “shock cultural”. Encontrarse con gente nueva, una raza diferente, y una perspectiva de vida totalmente distinta a la nuestra, fueron las barreras que tuvimos que romper. Lo que para nosotros podía ser normal, para ellos podía ser lo opuesto. La clave está en adecuarse a trabajar en un marco diferente, donde hay limitaciones de toda índole. Ese es el secreto: adaptarse. La forma de llegar al corazón de la gente es estando al mismo nivel de ellos. Cuando uno llega como extranjero no es difícil percibir las barreras culturales. Primero, se debe esperar para ver qué pasa. Luego de unos meses, la gente te estudia. Evalúan tus intenciones y tu manera de trabajar. No les gusta que se les impongan condiciones. Los cambios no se ven de golpe. No son transformaciones dramáticas. Es un proceso que se realiza paso a paso. Esto sucede hasta que se genera una confianza y ellos aprecian que lo que se les ofrece es válido. Y que todo se hace con amor».
El paso del tiempo permite que se creen lazos entre el extranjero y el anfitrión. Las asperezas culturales se liman. Los roces iniciales desaparecen. Conviven y se entienden. Existe un respeto y un cariño mutuo. Las visitas ya no son personas desconocidas. Son familia.
LesothoHospital«Una de las cosas que nos llamó la atención cuando llegamos era que nos preguntaban por cuánto tiempo íbamos a estar en Lesotho. Cuando alguien nuevo se adapta y llega a ser conocido por la gente de este lugar, pasa a ser parte de su familia. Ellos esperan que las visitas se queden por un buen tiempo. La mayoría de los misioneros que van, se quedan por 3, 4 o hasta 6 meses. Es complicado cuando llega el momento de despedirse. En Lesotho, la gente extraña. Son muy nostálgicos. Cuando les respondimos que nos íbamos a quedar “hasta que el Señor lo disponga”, abrieron grandes los ojos. No lo podían creer. Antes de que viniésemos a Argentina, mis vecinos se acercaban y me preguntaban: “Doctor, ¿ustedes van a volver?”. Les temen a experiencias anteriores en las que la gente no volvió. Les respondí con seguridad que íbamos a regresar. Hubo una situación muy linda que nos tocó vivir. Después de cuatro años de trabajo continuo, nos tomamos vacaciones por casi dos años. Cuando volvimos, nuestros compañeros de trabajo del hospital habían organizado un baile africano para recibirnos. La celebración se hizo en la sala de cirugías. En ese momento, no entendía qué era lo que significaba. Pero luego me enteré que, en su cultura, cuando alguien se va por un tiempo y vuelve, es motivo de fiesta. Son nuestra familia», recuerda Jorge, con cierto aire de nostalgia por Lesotho y por su gente.
Existen situaciones donde uno puede llegar a preguntarse: ¿Será que estoy haciendo la voluntad de Dios? ¿Por qué el Señor permitió que las cosas sucediesen de esta manera y no de otra? Estas preguntas pasaron por la cabeza de los misioneros. Pero Dios se encargó de disipar todas las dudas que podían surgir».
La Adra. Rodríguez agrega:
«En mi caso, viví una experiencia muy especial. Cuando mis hijos nacieron, me alejé de la medicina. Dejé de lado mi profesión para criarlos. Pensé que no iba a volver a ejercer. Pasamos momentos duros como familia, pero Dios siempre tuvo un plan que incluía mi vuelta a la profesión. No estaba muy segura en el momento, así que decidí poner a Dios a prueba. Le dije “Señor, si esta persona en particular me llama para volver a la medicina, voy a saber que es tu voz, que se manifiesta a través de ella”. Y el Señor me respondió. Esa persona se acercó y me dijo textualmente lo que yo le había dicho a Dios. ¿Por qué tengo la seguridad de que es Jesús quien me llama? Porque conozco la relación personal que tengo con él. La cercanía con Dios te muestra si el camino elegido es el correcto. Un llamado implica un compromiso. Mucha gente nos decía que estábamos locos, que nuestros hijos no se iban a adaptar, que era absurdo abandonar la comodidad de nuestra vida para ir a África. Pero a pesar de todo, decidimos seguir adelante. Vendimos nuestras pertenencias. Nos desprendimos de lo material y nos aferramos a la voluntad del Señor. Él es nuestro líder», cuenta Elda, quien invita a la gente a probar a Dios. Tiene la certeza de que él responde.
En Lesotho, el matrimonio Rodríguez se dedica a mucho más que cuestiones médicas. Su trabajo no se limita a un área específica. Amplían su campo y atienden también otras necesidades que se presentan. Ser misionero es ayudar siempre que se presenta la oportunidad. Jorge contó su experiencia.
«El llamado que Dios nos hace no siempre se ajusta a la misión específica de nuestra profesión. A nosotros nos abrió la visión a otras necesidades. Con Elda estamos patrocinando una institución educativa. La idea surgió luego de que sufrimos un accidente con el auto. Esto sucedió en los primeros meses que llegamos a Lesotho. El Señor nos protegió. Allí, cerca de donde habíamos chocado, había un grupo de creyentes. Estaban abandonados. Recuerdo que se acercaron y nos auxiliaron. Quedamos en contacto. Un tiempo después, el Señor nos permitió desarrollar una escuela de ciento trece alumnos. Es un pueblo en el medio de la nada. Esas personas ahora cuentan con un lugar donde sus hijos pueden aprender a escribir y a leer. Hay veces que Dios te pone en situaciones que en su momento son difíciles de entender. Pero luego uno se da cuenta de que todo tiene un motivo. El Señor quería que ayudemos en otras ramas. Actualmente, la escuela está en un proceso de ampliación. Uno ve a esos niñitos que aprenden a leer la Biblia, cantan himnos, oran; y es ahí cuando te das cuenta que esa es la misión. Nuestra tarea no se limita a curar los dolores físicos. Debemos educar y también predicar».
HospitalLesotho_colaboradores«El misionero sabe que la profesión es una excusa. Es un medio para llegar a la gente con el evangelio. El objetivo principal es predicar. Las profesiones son las distintas maneras de abordar a las personas. La idea es dejar una semilla en el corazón de la gente para que sientan la necesidad de conocer a Dios», añade Elda.
Varios alumnos de la UAP sirven como misioneros. Muchos lo hacen a través del programa “Médicos en misión”. Algunos viajaron a Lesotho y tuvieron la oportunidad de trabajar junto al Dr. Rodríguez, quien solo tiene palabras de agradecimiento dirigidas a los voluntarios:
«La experiencia ha sido buena. Felicitamos a la UAP por cómo prepara a los chicos. Estos misioneros tuvieron la oportunidad de insertarse en diferentes actividades. Dejaron huellas. El sentido de misión los envolvió. Se dieron cuenta de que era importante servir no solo en lo médico. Era necesario hacer algo más. “¿Que van a dejar cuando se vayan de este lugar? ¿Qué es lo que queda?”, eran cosas que les repetía. Y fue así que llegaron a fundar una iglesia. Hay un grupo hermoso que cada sábado se reúne gracias al trabajo de estos chicos. El sábado nos reunimos con varios alumnos en la Facultad de Ciencias de la Salud. Estamos en tratativas para reavivar ese plan de misioneros. Los noté entusiasmados. Algunos querían salir y preparar sus valijas— cuenta Jorge distendiéndose por un momento, pero rápidamente aclara que no es un viaje de aventura sino algo más. La experiencia que viven estos chicos es indeleble. No se borra con nada. Ellos no vuelven a ser las mismas personas. Adquieren una mirada del mundo mucho más amplia. La UAP es un hermoso lugar para comenzar a hacer tareas misioneras, pero cuando los estudiantes tienen la oportunidad de viajar a otros lugares, sus lentes se ajustan. Pasan a ver al ser humano de otra manera. Animo a todos a que vivan, en carne propia, lo que yo les cuento. No todos pueden ir a África, pero involúcrense en estas aventuras misioneras. Viajen. Pueden hacerlo aquí en Argentina. Lo importante es salir de lo habitual, de lo cotidiano».
«Hubo una pareja en particular que estuvo trabajando un tiempo con nosotros —cuenta la Dra. Wertz— y es increíble la marca que dejaron en el corazón de las personas. Nos siguen preguntando por ellos. Esperan que vuelvan. Lloran al ver sus fotos. Desconozco si los estudiantes que trabajaron en Lesotho fueron seleccionados de una manera especial por la UAP, pero los que nos tocaron estaban empapados de sentido de misión».
Lesotho es uno de los países que se encuentra en alerta por el alto porcentaje de infectados con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida. Según Unicef, la tasa de prevalencia del VIH/SIDA en Lesotho es de 31 %, una de las más altas del mundo. El Dr. Rodríguez contó de qué manera él y su mujer abordan este problema, y cómo previenen el riesgo de contagio.
«Es el segundo país en el mundo en incidencia de infección en el mundo. Para enfrentar la situación se requiere coraje. Vivir en Lesotho es similar a vivir entre leones. Muchos de nuestros compañeros de trabajo en la clínica son positivos, es decir, están infectados. Uno tiene que aprender que si acaricia al león (N. de R.: analogía para referirse al paciente), si comparte un vaso de agua y si le da la mano, no pasa nada. No debemos tomar una postura defensiva, si no jamás vamos a llegar a esa gente. No significa que jugamos con fuego. Significa que intentamos alcanzarlos también a ellos. A los médicos cirujanos muchas veces nos toca lidiar con situaciones que rozan el límite. Nos lastimamos, nos pinchamos. Nuestros guantes se rompen. Terminamos con las manos empapadas con sangre de pacientes que sabemos que son VIH positivo. Por supuesto, luego nos lavamos. En definitiva, a donde apunto es al hecho de que, aunque los pacientes sean positivos, su enfermedad no debe significar una barrera para ayudarlos. Es un lugar peligroso, pero confiamos en la protección del Señor».
Por otro lado, Elda menciona que haber tenido pacientes con sida muchas veces les ha dado la oportunidad de testificar. Los prejuicios se rompen y las personas están dispuestas a abrir su corazón.
HospitalLesotho_pacientes«Este tema del sida nos da una oportunidad de testificar. Nuestros compañeros y pacientes son rechazados en otros lugares. A menudo nos preguntan si tenemos miedo de contagiarnos. La gente tiende a desesperarse cuando se encuentra con una persona infectada. Muchas personas optan por tomar profilaxis cada vez que se pinchan en el quirófano. Pero tomar profilaxis de forma cotidiana tiene sus efectos colaterales. Con Jorge decidimos no tomarla. Cuando me preguntan si tengo miedo, respondo que no. Es la pura verdad. Sé que el Señor me protege. Sé que él puede evitar que me contagie, o también puede no hacerlo. Dios sabe por qué hace las cosas. Si permite que me infecte con el virus, creo que, llevando un buen estilo de vida, no voy a llegar a desarrollar un sida terminal que provoque mi muerte. La gente se queda sorprendida cuando digo esto. “¿Esta persona está dispuesta a arriesgarse por nosotros?”, es lo que muchas veces se preguntan los pacientes. Se convencen de que no les tenemos miedo y nos dan lugar para hablarles de la venida del Señor».
La iglesia siempre necesita gente que esté dispuesta a ponerse en manos del Señor para realizar la misión. Muchos reciben el llamado, pero hacen oídos sordos.
«Pablo, una noche se encontraba durmiendo. Dios le habló a través de un sueño, una visión. Allí pudo ver a un hombre, de Macedonia, que lo invitaba a su ciudad y le pedía ayuda. Pablo acudió a donde lo llamaban. Es lo que nosotros debemos hacer. Es adaptarse a la situación, con la finalidad de ser útil. Hay que entregarse en las manos del Señor, pero también hay que estar dispuesto para ayudar. La preparación es fundamental, así sean médicos, enfermeros, dentistas, o incluso mecánicos. Cualquier profesión es importante para Dios. El Señor está hambriento de manos dispuestas. Simplemente hay que decirle “aquí estoy”», recomienda el Dr. Rodríguez.
«La clave es entregarse a Dios. La gente suele preguntarnos si somos felices en África. ¿Cómo no voy a ser feliz, si la felicidad del cristiano pasa por hacer la voluntad de Dios? Estamos seguros de que hacemos lo que él quiere. Todo lo demás pasa a un plano secundario», añade la Dra. Wertz.
Por último, Jorge cuenta cuál es el temor más grande que tiene: irse de África. «No sé cómo voy a afrontar el día que nos toque irnos de Lesotho. Hace mucho tiempo estamos viviendo allí y no nos imaginamos en otro lugar. Esa gente es nuestra familia. Pero a pesar de las dudas y de los pensamientos que nos invaden, estamos seguros de que nos vamos a adaptar a donde sea que el Señor nos mande».