Egresados del CAP 1967 – El cedro del Líbano
Como clase de exalumnos hemos tenido nuestros hijos y estamos escribiendo un libro sobre las experiencias vividas por todos en nuestro paso por la vida, así que como grupo humano solo nos estaba faltando plantar el árbol.
El proyecto se comenzó a plasmar el año pasado cuando el Dr. Raymundo Kisser nos dio la idea de plantar un árbol como recuerdo de la clase. Esa tarde concretamos ese proyecto. Plantamos un ejemplar de cedro del Líbano en nuestra alma máter.
Nuestro árbol es el primer ejemplar en lo que está planificado como un parque de árboles bíblicos ubicado detrás de la Facultad de Teología.
¿Por qué se decidió plantar específicamente un cedro del Líbano? Es un árbol magnífico por su altura, su follaje, su resistencia y fortaleza. Raymundo, después de recordarnos que de la madera de este árbol se construyeron palacios y también el Templo de Salomón, explicó hermosamente la alegoría durante el acto de plantación, ya que la evolución de este árbol refleja un poco lo que ha pasado con nuestras vidas.
El cedro del Líbano se mantiene bajo, como un arbusto, durante muchos años, mientras sus raíces crecen y se profundizan. Finalmente, cuando sus raíces alcanzan una profundidad que le asegura su humedad y sustento, después de muchos años de preparación silenciosa hacia la fuente, comienza a crecer y desarrollarse hacia arriba para ser un árbol majestuoso.
El doctor Raymundo Kisser comparó ese desarrollo de raíces con la preparación para la vida que el colegio nos supo dar. En esta institución echaron sus raíces los hábitos de orden, disciplina y estudio, que nos permitieron desarrollarnos luego en nuestras profesiones. Gracias a sus raíces pudimos alcanzar alturas en la vida.
Así que, este árbol se planta como un simbolismo y a la vez como un monumento viviente a los profesores que supieron guiarnos, un homenaje de su dedicación a la formación de jóvenes y un reconocimiento a la filosofía de la educación cristiana que inspiró a todos los que supieron formarnos con disciplina amorosa en nuestros años jóvenes.
Estábamos escuchando a nuestro compañero cuando el cielo se puso más negro y comenzó a llover a cántaros, regando nuestro árbol y obligándonos a refugiarnos en un aula cercana.
Terminamos nuestro acto escuchando las palabras del rector de la universidad, contador Oscar Ramos, quien comparó también a la institución con un cedro. El colegio estuvo en este lugar echando raíces por 92 años, ofreciendo educación primaria, secundaria y algunos cursos terciarios sin acreditación universitaria. El año que viene se cumple el 25º aniversario del paso a la vida universitaria. En estos 25 años, la matricula del terciario pasó de unos 300 alumnos a cerca de 3000, con estudiantes de 52 países, con nuevos edificios, instalaciones, proyectos… un crecimiento exponencial. Cerramos estos momentos de reflexión con un sentido agradecimiento y reconsagración dirigidos por el doctor Raúl Schneider.
Nosotros recordamos todavía el colegio pequeño y remoto donde hicimos amistad y nos reconforta mucho reunirnos cada año para seguir en contacto con los amigos de antaño.
Gracias, Colegio Adventista del Plata, por hacer de nosotros personas con valores semejantes a la madera del cedro del Líbano.
Mirta Posse de Casarramona