Menos y más tirijala (algunas palabras para comenzar el año dulcemente)

Dr. Víctor ArmenterosUna vez más, y lo expreso con profunda alegría, nuestro campus rebrota. Dejamos atrás las lánguidas miradas del estío austral y observamos que este espacio que nos circunda se adorna de sus mejores contenidos: las personas, vosotros.

Al imaginar este comienzo de curso, siento que me sabe a dulce y no a un dulce cualquiera. No me refiero a esos productos tan exquisitamente elaborados por nuestra recién adquirida máquina de helados. Tampoco hago constar el turrón de los adictos  a las navidades, que refleja las usanzas del hemisferio norte. ¿Cuándo va a llegar la contextualización a nuestras fiestas? Ni siquiera pienso en el semidiós que impone su omnipresencia en desayunos, postres y asados rioplatenses: el dulce de leche. Os contemplo visualizando otro significante: la tirijala.

La tirijala es un tipo de caramelo portorriqueño que se compone de bastante azúcar y miel, y que tiene una característica notable: su elasticidad. De ahí su nombre (compuesto de “tirar” y “jalar”) que recuerda esa atractiva manía de niños y, cómo no, de algunos adultos, de estirar el material para que, casi siempre, retorne a su forma original.

¿Por qué esta imagen y no otra? Por dos razones. La primera porque la expresión “tirijala” es similar a “dar largas a un tema o asunto”. ¿Qué queréis que os diga? Lo asocio con esa burocracia decimonónica que hemos heredado y, tristemente, interiorizado. La segunda porque me recuerda un cuento de Miguel Meléndez Muñoz que lleva por título tan preciado dulce y que, a su vez, es un símbolo de los tiempos que enfrentamos y cómo los afrontamos. Es el relato de un maestro rural de origen español que se enfrenta al desafío de enseñar a niños aparentemente impermeables a la cultura. Don Hipólito, el maestro, recurre inicialmente a métodos intrusivos de forma infructuosa. Un día, tras probar la tirijala de la Señá María, comprende más allá de la forma. Relata Meléndez Muñoz: “Decía que los chicos pueden aprender… Sí, sí la Tirijala es un símbolo. El pueblo que inventó ese dulce y lo consume con tan ávida fruición, tiene un espíritu flexible, sutil y fino. Esta característica acusa la tónica de su personalidad: si se atropella, se escurre y estira. Existe, pero intangible. Después, su alma, al parecer dispersa y fragmentada, se aglutinará, el núcleo volverá a agruparse en torno de la célula siempre eterna y fecunda… Un pueblo así tiene asegurada su existencia. Será mal gobernado, torpemente dirigido; sus mentores podrán equivocarse, torcer la ruta de su destino, desviarle de su verdadera orientación, pero siempre le salvará la flexibilidad de su carácter, que como aquellos famosos aceros toledanos, se doblará, pero no se romperá. No es esta gente la que tiene que adaptarse a nuestros ideales, somos nosotros los que tenemos que respetar su personalidad y contribuir a vigorizarla… Mañana será otro día y usaré otros métodos…”.

Hoy también vivimos tiempos de impermeabilidad en el aprendizaje (quizá siempre lo fueron) y hemos de incorporar la innovación a nuestras didácticas para transmitir el anhelo de conocimiento que a todos nos impele.

Por eso la “tirijala”. Os propongo que consideréis como ejes de todo objetivo, actividad o evento para este año esa doble lectura del término: menos tirijala.

Hace tiempo que abandonamos la mentalidad propia de la Revolución Industrial. No deseamos habitar en una universidad verticalista que pondera los estratos y complica los procesos en un afán de control omnímodo (por otro lado inalcanzable). Uno de los conceptos positivos que nos ha aportado la posmodernidad es el de cuestionar el estatismo de las instituciones y potenciar lo dinámico de las relaciones sociales. Cuando veo a los alumnos esperar y esperar frente a una oficina; cuando observo a un docente rellenando listado tras listado de discentes; cuando recibo documento aquí y allá para que alcance el imprimatur me vienen varias preguntas a la mente: ¿A quién se le ocurrió esto? ¿Qué sentido tiene? ¿Cuándo lo vamos a mejorar? Juntos construimos nuevos cursos de ambientación (“Starting UAP”), y se lo agradezco públicamente a la gente del Centro de Asesoría Estudiantil y a la Secretaría Académica; abandonamos convocatorias de exámenes de un paternalismo aplastante y que no beneficiaban al estudiante excelente; mejoramos exponencialmente el “portal del alumno”, gracias compañeros de Sistemas, y hoy, por fin, podemos liberarnos de la “libreta del alumno” de añeja incorporación.

Juntos, si consensuamos voluntades, debiéramos seguir en este proceso. Continuar con el análisis de nuestros procedimientos para, sobre todo, facilitarlos. Vivimos en el mundo de lo sencillo (que no de lo simple). Nadie insiste en que comprenda el algoritmo de búsqueda de Google cuando me dispongo a hallar algún website. Ni me incordian con las peculiaridades de mi pantalla del Ipad. ¡Hasta las gestiones con la AFIP son más accesibles! Ese mundo también es nuestro e, irremediablemente, debiéramos aggiornarnos. ¿No os parece?

Más tirijala.

Necesitamos más elasticidad y dulzura. Espero que ya nadie piense que “la letra con sangre entra” pero también sería deseable que se abandonara eso de “mi asignatura es única y la más importante”, “eso se encuentra en la página tal del libro, ve y estúdialo”, “yo apruebo y el profe me reprueba” o “ya veréis cuando salgáis ahí afuera, a la selva”. Creemos que la educación es una construcción conjunta. Hay estatus en la docencia universitaria pero no se es docente sólo por el estatus. Hay poder en la enseñanza académica pero no se enseña sólo con poder. Hay oportunidad en el aprendizaje pero las oportunidades tienen que tener un límite y, en algún momento, te quedas solo ante el aprendizaje.  Hay un mundo ahí fuera que es exigente y competitivo y lo vamos a enfrentar con competencias y no sólo con ellas.

¿Cuál es la verdadera naturaleza de una institución educativa? No hay duda: mejorar a la persona. Cualquiera de las personas que la configuran: alumno, docente, personal, administración.

Por ello, este año, vamos a reflexionar desde todos los niveles sobre nuestro modelo académico y educativo. Seréis convocados, como se hacía en las comunidades de antaño, a participar de este proceso. ¡Ojalá tengáis la voluntad de crear compañía y posibilidades en esta reflexión! Nos hemos embarcado en el compromiso de realizar la Autoevaluación Institucional. No es este un asunto menor, pero yo al menos, no me amilano porque, el año pasado, os vi resolver congresos, retos e, incluso, acreditaciones internacionales. Tengo la certeza de que cualidades no os faltan y en ello confío.

Vamos a continuar, en este proceso de mejora de los profesores, con el perfeccionamiento docente. Más de un centenar de vosotros estáis cursando vuestros posgrados. Algunos en etapas finales. ¡Mucho ánimo! Otros tenéis la oportunidad de integraros en este desafío. ¡Mucho ánimo también! Vuestro crecimiento es el crecimiento de los alumnos, es nuestro crecimiento.

También con los cursos y seminarios de calidad docente. Agradezco a las componentes de la Asesoría Pedagógica por la dedicación y profesionalidad con las que generan todas estas actividades. Ellas, además, nos continuarán estimulando a integrar la CTE (Carga Total de Estudiante) y las competencias. No sé si sabéis, pero hace tiempo que vienen trabajando los directores de carrera sobre este último asunto. Acercaos a ellos, tienen mucho que contaros sobre esa faceta de la universidad que nos enfocará más con la realidad social. Por cierto, os agradezco a cada uno de los docentes y alumnos de esta institución por vuestra paciencia en ese proceso de elongación al que os sometemos.

Basta ya de elasticidad. A este ritmo acabaremos como algún superhéroe de cómic. Es el momento de la dulzura.

Pasamos mucho tiempo en universidad como para ser infelices. Sé que es utópico pero os propongo construir atmósferas laborales y académicas de calidad. ¿Hay batallas que luchar? Las hay y hemos de lucharlas. Pero luchemos sólo las batallas necesarias. Fortalezcamos el ejercicio de la asertividad, de la amabilidad, de la generosidad. No tenemos que irnos al otro lado del mundo para montar nuestra ONG personal, para mejorarnos la vida y hacérsela saludable a los demás.

Venimos descansados y con propósitos de un nuevo año. Aprovechemos ese envite para crear hábitos que generen posibilidades de felicidad. Ya, ya sé que Víctor Frankl decía que perseguir la felicidad es el comienzo de la infelicidad. No la vamos a perseguir pero la vamos a esperar, agazapados, y dispuestos a verbalizarla en cuanto pase por nuestro lado. Os animo a crecer como personas y a ayudar a otras personas a crecer. ¡Qué le vamos a hacer! Es nuestra naturaleza mejorar personas.

Van a haber momentos en este año que serán complicados. Momentos en que la tirijala de menos se nos hará de más. Momentos en que la tirijala de más se nos hará de menos. Recordad, entonces, las palabras de Jesús en Mateo 11:28, “Venid a mí los que estéis trabajados y cargados y yo os haré descansar”. Fantástica promesa porque… ¿hay alguien más dulce que él?

 

Dr. Víctor Armenteros

Vicerrector Académico